“Información es poder”, reza una antigua como infalible máxima de la política, sí, ese conjunto de datos que sirven para decidir, administrar, declarar, atacar y sobre todo, para prevenir.

Y es que la prevención es una de las acciones básicas que todo gobierno debe llevar a cabo, es como una vacuna contra las amenazas o problemas que pueden afectar a una persona o un país.

Los recientes hechos violentos en París, Francia, además de mostrar la barbarie e intolerancia de la especie humana, también revelaron el grado de ineficiencia del aparato de seguridad e inteligencia galo; errores y omisiones que se tradujeron en la peor crisis de la historia reciente de esa nación.

Con ojos y orejas

La Dirección General de Seguridad Exterior (DGSE) es la agencia francesa encargada de “realizar operaciones de contrainteligencia y paramilitares en el extranjero”, que emplea -según cálculos extraoficiales- a más de 4 mil 600 colaboradores (civiles y oficiales) repartidos en todo el mundo.

El servicio es uno de los importantes a nivel global, junto con la CIA (Estados Unidos), MI-6 (Reino Unido), Mossad (Israel) y FSB (Rusia). Su presupuesto alcanza los 275 millones de euros, de los cuales, el 25 por ciento lo destina al espionaje militar.

Culpabilidad mutua

Su responsabilidad en el llamado “13-N” es inocultable, así como de otras dependencias facultadas para rastrear indicios criminales o  posibles atentados terroristas, como la Dirección General de Seguridad Interna (DGSI), área del Ministerio del Interior a cargo de Bernard Cazeneuve.

De acuerdo a versiones periodísticas, Francia tiene fichadas a cerca de 10 mil sujetos dentro de su territorio como potenciales delincuentes o grupos subversivos, la mayoría de ellos, de origen árabe y practicantes del islam. 

A cada individuo con tales características se le asigna la letra “S”, clave que sirve –en teoría- para alertar. No obstante, la cantidad de “sospechosos” es grande, por ello, las autoridades recogen una muestra de alrededor de mil 700 nombres, pero sólo vigilan a la mitad que fue previamente seleccionada de manera aleatoria.

Más allá de las fronteras

Los últimos reportes detallan que las explosiones y tiroteos en París se planearon allende las fronteras galas, como Bélgica y Siria; empero, la justificación no existe cuando sabemos la estrecha relación y flujo de información entre las agencias de los países aliados de Francia.

Tampoco es creíble que la CIA no conociera ni interceptara las comunicaciones de los yihadistas, pues los avances tecnológicos en la materia han permitido a los estadounidenses escuchar y observar aun detrás de las paredes.

Avisos ignorados

¿Nada ni nadie alertó a Francia? Es probable que sí, sobre todo después de los ataques en enero pasado a las instalaciones del Charlie Hebdo y de la tienda kósher en la misma Ciudad Luz, que en conjunto sumaron 17 muertos. Aunado a lo anterior, desde septiembre forma parte de la ofensiva en contra del Estado Islámico en Siria, lo que supone, fue el motivo principal de la revancha insurgente.

La señal es clara: a más embates de occidente, mayor reacción del Estado Islámico (EI).

El origen de todo

Como elemento final, pero no menos importante, es la falta de integración entre dos culturas que habitan en un mismo territorio, por una parte los inmigrantes del medio oriente y del norte de África que llegaron masivamente desde los años sesenta, hasta conformar –junto con sus descendientes- una comunidad de más de 5 millones de personas; por otra parte, están los nativos o “naturales” que representan un alto porcentaje de la población y son quienes gobiernan y dirigen los destinos económicos de esta superpotencia.

Los primeros afirman ser víctimas de algún tipo de discriminación, racismo, clasismo o falta de derechos por un sector de los segundos; y muchos de estos últimos denuncian una invasión musulmana en sus pueblos o ciudades.

Nuestra realidad…

Por desgracia, el mundo presenciará en las siguientes semanas otro conflicto armado que busca, según el presidente François Hollande, “destruir al EI”, sin embargo, corre el riesgo de terminar destruyendo naciones como Irak y Afganistán, sin impulsar antes una estrategia de convivencia, sin atacar el tráfico de armas y dinero o la desarticulación de las células terroristas internas.

Francia puede resolver este peligro con inteligencia, esa que hoy es tan vulnerable como ineficiente.

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