Nos toca demostrar que México puede contar con una autoridad electoral plenamente autónoma, y en esa medida confiable para los partidos y los ciudadanos, imparcial en la aplicación de la ley”, esas fueron las palabras del recién designado Consejero Presidente del Instituto Federal Electoral (IFE), José Woldenberg Karakowsky, durante la sesión de instalación de ese órgano, aquel 31 de octubre de 1996.

Las manecillas del reloj marcaban las 20:00 horas en el interior del Salón del Consejo General, ahí, se encontraban los nuevos consejeros electorales: José Barragán Barragán, Jesús Cantú Escalante, Jaime Cárdenas Gracia, Mauricio Merino Huerta, Juan Molinar Horcasitas, Jacqueline Peschard Mariscal, Emilio Zebadúa González y Alonso Lujambio Irazábal. 

Optimismo total

Todo estaba listo para la Sesión Extraordinaria y a la vez histórica, porque nacía una institución autónoma, es decir, ajena al Ejecutivo Federal y desligada por completo del Secretario de Gobernación, quien presidia hasta esa fecha dicho consejo (llamado años atrás, Comisión Federal Electoral o Comisión Federal de Vigilancia Electoral).

El optimismo inundó todo el edificio marcado con el número 100 del Viaducto Tlalpan, muchos años de esfuerzo se concretaban, los anhelos de tener instituciones fuertes y sobre todo, una democracia efectiva y consolidada, se vislumbraba al fin.

Su muerte

23 años después, el 4 de abril de 2014, a las 11:21 horas, el IFE murió por causas conocidas y otras aún sin esclarecer. El sueño de muchos mexicanos se esfumó, el tiempo y el dinero invertidos no se tradujeron en avances… el órgano garante del voto, fracasó y con él, nuestra democracia.    

Paradójicamente, el IFE se extinguió gracias a quienes impulsaron su creación: los partidos de oposición (PAN y PRD) y ultimado por el partido que toleró –a regañadientes- su conformación y que al final, apoyó a sus contrincantes políticos al votar a favor de su desaparición, el PRI.

Cronología de la desgracia

Diversas polémicas envolvieron al mencionado instituto, quizá, el principio de su fin aconteció en el lejano 2003, cuando las bancadas del PAN y el PRI se decantaron por la figura de Luis Carlos Ugalde para ser el nuevo Consejero Presidente, ante el rechazo unánime de los partidos de izquierda. Lo que parecía ser un disenso con poca trascendencia, se convirtió en la herida de muerte, pues en 2006, durante la elección presidencial, Ugalde fue el blanco de varios ataques de los integrantes de la Coalición por el Bien de Todos (PRD, PT y Convergencia) y de su abanderado, Andrés Manuel López Obrador, por la supuesta “maquinación” de un fraude cibernético y después –cambiada la versión- por la manera “antigüita” con el objetivo, señaló, de favorecer al candidato de Acción Nacional, Felipe Calderón.

En 2007 se reformó la ley y se precipitó la muerte del IFE, al interrumpir el periodo de Ugalde, quien dimitió a finales de ese mismo año.

Leonardo Valdés, lo sucedió en el cargo y con él vinieron nuevos escándalos, como en la campaña de 2012, debido al evidente rebase de los topes de campaña del entonces candidato priista, Enrique Peña Nieto y la tibieza de la autoridad electoral para investigarlo y sancionarlo.

Las postrimerías

Con el arribo del PRI al poder, las distintas fuerzas políticas firmaron el Pacto por México, un catálogo de buenas intenciones que incluyó entre sus acuerdos fundamentales, la implementación de acciones para una “Gobernabilidad Democrática”, a través de una reforma electoral, la cual fue la “moneda de cambio” -para aprobar la Reforma Energética- y el “capricho” del PAN con el propósito –entre otras cosas- de arrebatarle a los gobernadores el control de su respectivo organismo local y concentrar todas sus funciones en un solo cuerpo, sin analizar todas las complejidades que llevaría la creación del Instituto Nacional Electoral (INE).

El IFE terminó siendo una caricatura, con únicamente cuatro consejeros en funciones, con serios cuestionamientos por sus decisiones y criticado permanentemente por la afinidad o simpatía partidista de sus integrantes. El 23 de enero de 2014 los diputados federales pusieron el último clavo al ataúd de éste al aprobar su extinción y dos meses y medio más tarde, nacería el INE (IFE Reloaded).

¡Adiós!

23 años duró la travesía, 23 años duró el sueño, ese que en octubre de 1996 fue proyectado por Woldenberg como exitoso “si logramos que los programas, las ideas, las acciones de los partidos estén en el centro de la vida política y que los procedimientos y las reglas formen parte de nuestro paisaje cotidiano y rutinario”, lo cual –por desgracia- no sucedió y sí, marcó su adiós “dIFEnitivo”.

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