Las tradiciones que vivimos desde que somos niños son las que menos cuestionamos, y sobre todo si estas nos gustan. Por qué cuestionar la Navidad, si ésta significa regalos, vacaciones, comida rica y momentos divertidos en familia. Cuestionamos algo para validarlo y para saber si queremos seguir siendo parte de ello. La Navidad es tan popular que necesita poca validación, y exceptuando a uno que otro, todos quieren seguir siendo parte de ella.

Pero últimamente queremos festejar las tradiciones no nada más porque sí, sino porque en realidad tienen un sentido para nosotros, porque en realidad hacen que nuestra vida sea más rica y divertida. También hoy hay muchas personas que ya no se consideran católicas ni cristianas, y tal vez podrían pensar que es incongruente seguir celebrando la Navidad.     

Por una de estas razones o por simple y auténtica curiosidad, llega un momento en que te preguntas qué es la Navidad – y no a la ligera- sino realmente con el objetivo de encontrar una respuesta completa, satisfactoria y de preferencia sencilla, que te explique qué hay detrás de esta celebración. Intentaré dar una explicación así en este blog.

Desde hace siglos la humanidad ha observado que, progresivamente, los días cada vez son más cortos y las noches más largas; veían como la luz iba perdiendo la batalla contra la oscuridad de la noche. Pero un día, el astro más luminoso parecía detener su movimiento en el horizonte y entonces empezaba la victoria de la luz. El Sol renacía con fuerza renovada, y desde ese momento, el día le ganaba terreno a la noche. Los hombres se llenaban de júbilo y esperanza -después de todo, el Sol era su vida- y se despertaban entre ellos nobles sentimientos que los impulsaban a dar y a recibir de sus semejantes.

El festejo del "nacimiento del Sol" en el solsticio de invierno (el cual ocurre entre el 22 de diciembre y el 5 de enero) lo celebraban muchas culturas ancestrales del mundo, y aunque ahora sabemos que realmente es la Tierra la que se mueve, el Sol es el indiscutible protagonista de todo esto. Normalmente se celebraba con muchos banquetes y coloridas fiestas, el ambiente se llenaba de cordialidad, buenas intenciones y agradecimiento, cosa que representaban en parte con los regalos. Que esto tenga algún parecido a la Navidad cristiana no es simple coincidencia.

Después de tres siglos de cristianismo en Europa, nació la inquietud de celebrar el natalicio de Jesús. Aunque trataron de hacer cálculos y especulaciones sobre el día en que nació, fue difícil fijar una fecha, por lo que durante el pontificado de Liberio (352-366) se vio conveniente fijarlo en la media noche del 24 de diciembre, día en que los romanos celebraban el Natalis Sol Invicti -Nacimiento del Sol Invencible-. Esto ayudaría a erradicar el culto pagano al Sol, y así lo demuestra San Agustín con lo que les dijo a los creyentes de la época: “No dediquen ese día al Sol, sino al creador del Sol”. La Navidad cristiana poco a poco fue ganando terreno, aunque a costa de tener que aceptar sincretismos con la celebración pagana. De ahí el árbol de Navidad, las luces, los regalos, las fiestas, las coronas, etc. La palabra Navidad viene del latin nativitas que significa nacimiento, y de hecho en la Biblia nunca se menciona.

Sabiendo todo esto ¿qué es lo que nos impulsa a celebrarla? Aunque Jesús no haya nacido ese día, quizá nos motiva el recordarlo, el hacerle honor por toda la sabiduría –casi siempre mal entendida- que nos dejó. Tal vez nos motiven las celebraciones familiares, los platillos tan únicos que se preparan, el ver cómo se ilusionan los niños con los regalos, o las vacaciones que a los más afortunados les esperan. Sin negar que los festejos y tradiciones enriquecen nuestra vida, yo creo que podemos encontrar el significado más profundo y poderoso de esta celebración al reflexionar sobre su origen. Este origen -el del Nacimiento del Sol- trasciende religiones, rituales, creencias y épocas, y es una importante analogía sobre el ciclo de vida de todo ser humano; una analogía de cómo funciona nuestra mente y sus ideas. Explico esto en el siguiente párrafo:

Durante el solsticio de invierno, la Tierra cierra un ciclo, así como nosotros debemos cerrar ciclos. Y así como la Tierra casi se queda "inmóvil" por un tiempo antes de continuar su movimiento de rotación y traslación, nosotros debemos quedarnos inmóviles para contemplar lo que hasta ahora hemos avanzando: cómo, hacia dónde y porqué lo hemos hecho. Después, el movimiento continúa y con esto el Sol "renace", pues a partir de ese momento su luz triunfará sobre la noche, y es así como nosotros, después de esa contemplación, debemos renacer. Renacer con fuerza, esperanza y motivación para corregir, cambiar, perfeccionar y así seguir desarrollándonos y gozando la vida.

Obviamente esto lo podemos hacer en cualquier época del año, pero qué mejor que darse suficiente tiempo para una verdadera reflexión durante estas semanas navideñas. Tenemos todo a nuestro favor, no sólo nuestro maravilloso planeta está haciendo lo mismo; también el año termina, y en escuelas, empresas y todo tipo de instituciones se cierran ciclos, se analizan resultados y se plantean nuevas metas. Los festivales, fiestas y reuniones que celebramos, más que ser un distractor para lograr estas metas, pueden ser un canal para cerrar y abrir ciclos con nuestra familia, amigos y compañeros de trabajo.

Creo que es muy satisfactorio correr el famoso maratón Guadalupe-Reyes con este enfoque. En cuanto a lo demás -las aglomeraciones en las tiendas, la cena de Navidad y su delicioso recalentado, la fiesta de año nuevo y la tradicional rosca de reyes, entre muchas otras cosas- toma lo que te guste y deja a un lado lo que no.

¡Feliz Navidad! y por cierto ¿qué significado tendrá para ti esa frase que tanto dirás a otros durante estas fechas?

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La explicacion sobre el origen de la Navidad fue tomada del articulo "La otra Navidad" escrito por Arturo Ortega Morán en la revista Algarabía no. 111, diciembre 2013.