Escribir puede convertirse en un pretexto, igual que dejar de hacerlo. Para mí es el segundo caso.

Llega un momento en que uno se va ciclando en temas, palabras y existe una sensación de hacer poco ya; no soy un escritor disciplinado, lo  sé. Pero soy una persona agradecida, y agradezco a todopuebla que me pida volver a escribir en este espacio.

Vuelvo al blog un poco como el tango, que justo ahora escucho interpretado por la poderosa Adriana Varela, y ya que hablo del tango de Le Pera y Gardel, planteo lo que este espacio será a partir de hoy: hablaré sí desde mi yo ciudadano, como de costumbre, sobre lo que pienso, lo que veo y lo que opino pero ahora aderezado con tangos y pinceladas gastronómicas.

¿Por qué? Porque para mí es necesario compartirme desde ahí, desde las cosas gozosas que también hallo en la vida y la verdad es que a últimas fechas hablo mucho de comida y de tangos.

Justo el fin de semana pasado después de una fabulosa lección de tango entre amigos y un sencillo asado bañado en vodka ruso bien helado, mis colegas, cómplices del yiro me plantearon la idea (más bien la exigencia) de que escribiera un blog gastronómico, no de recomendaciones de lugares, sino de comidas, no de la alta cocina sino de la comida sencilla y cotidiana que abunda en esta ciudad y en otras y de la cual soy un sabueso incisivo, pues no hay gozo más gozo que el de cocinar y comer para y con los amigos y también de lo que ocurre en mi cocina.

Sí, soy un glotón con pretensiones tangueras.

Soy un honrador del cuerpo y sus gozos, no en el exceso sino en la posibilidad: la de encontrar el equilibrio (no sólo en mis giros y en la caminata de mi baile) en que se halla la sabrosura de las cosas importantes.

Yo no soy el añoso hombre del tango citado, soy un viajero que no teme volver una y otra vez al pasado, que no huye, que aprende y que por lo tanto no detendrá su paso.

Soy, aún a mis 39, un aprendiz de la vida.

Y celebro la juventud de mis maestras y maestros de tango.

Y celebro la adultez de mis colegas comelones que me ha dado también el tango.

Celebro pues que a pesar de la idiotez que está acabando con casi todo en la vida pública queda la posibilidad de la reunión, la comida, la risa, el juego y el baile.

Es la idea de la comida, la que me parece poderosa: ¿hace cuánto que hemos dejado de cocinar porque ya no tenemos tiempo de hacerlo?

¿Desde cuándo hemos empeñado nuestro tiempo a cosas menos importantes que comer bien, que el crear lo que nos comemos? ¿Desde cuándo la espera de la cocción, del carbón caliente, de las horas que la masa necesita para ser pan, de las hierbas brindando sus sabores, dejó de tener importancia?

Tal vez desde que el sistema económico le puso precio al tiempo y el tiempo significó dinero para comprar cosas, cosas que nos ahorren tiempo para tener tiempo de... tener tiempo, cuando quede poco tiempo después de años de trabajar.

Regálate el tiempo que te roban.

Un día a la vez sorpréndete haciendo un plato sencillo, para ti, para la gente que amas, que te acompaña, para compartir en casa, el trabajo o en la escuela.

Lo especial no tiene que ser complejo, tiene que ser sabroso y lo sabroso puede ser incluso un sándwich.

Un almuerzo sencillo que yo hago muy seguido tiene cosas tan simples que da miedo de lo fácil (como dice el gran Miguel Expósito que es bailar tango): compra jamón de pechuga de pavo ahumado en La Piccolina; el pan que suelo comer es el que hornean en Bottega, es de masa madre y es una bendición tenerle para quienes decidimos no comer pan Bimbo o cualquiera de esas cosas hechas de migajón transgénico.

Si tienes tiempo pon a macerar un par de dientes de ajo, un chile de árbol y unas hojas de albahaca en al menos 250 mililitros de aceite de oliva extravirgen, usa un frasco de vidrio y guárdalo en la alacena al menos unos tres días, te servirá para pastas y muchas otras cosas.

Usa el aceitito para untar el pan antes de pasarlo por el hornito de convección o por el comal para darle calorcito.

También de la Piccolina y en el afán de las bajas calorías y energía rica, puedes usar el queso panela oreado que venden ahí y que es delicioso.

La verdura la dejo a tu gusto, cebolla, lechuga, jitomates, germinados de trigo, pepinos, berenjenas o lo que tengas en el refri incluso puedes usar alguna pera o manzana verde.

Un toque de exceso, unta un poco de tapenade de aceitunas negras, si no tienes, pica algunas.

Compra local, come local, comparte la comida y desafía el orden (triste, enfermo y egoísta) establecido.

Come compartiendo, y sentirás ese qué se yo que tienen las comidas sencillas que aflojan la lengua y dejan que fluya la palabra, como espero que me pase a partir de hoy en este espacio.

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Brahim Zamora Salazar es ciudadano, trabaja en organziaciones de la sociedad civil desde 1994. Tambén ha trabajado en medios impresos, radio y sin querer, en televisión. Además es parendiz y promotor del tango, comelón y, cuando nadie lo ve, hacedor de poemas. 
Su tuíter es @elinterno16.