Una rara costumbre que tengo es que cuando voy al mercado o al supermercado le echo un vistazo a las bolsas y carritos de las otras personas. Me gusta curiosear sobre lo que la gente consume.

Y es que una de nuestras condiciones de ciudadanos es la de consumidores, y como tales tenemos derechos, como el derecho a la información que nos sirve para mantener ciertos criterios éticos a la hora de hacer nuestras compras.

¿Compras a empresas irresponsables con el medio ambiente o posteas fotos de cachorros en Facebook y estás en contra del maltrato animal, pero consumes productos de P&G, por ejemplo?

¿O tal vez eres progresista, piensas en el avance de derechos como los sexuales y reproductivos, pero consumes productos Bimbo, una de las empresas que más dinero (y mas daño hace a la salud) invierte en financiar grupos contrarios a esas agendas?

¿O qué me dices de aquellas industrias que se llevan nuestros presupuestos en salud porque literalmente matan a sus consumidores como la refresquera o la tabacalera?

No. No se trata de dejar de consumir o de comprar lo que nos gusta, sino de convertirnos en activos agentes del cambio, o sea, si nos gustan ciertos productos ¿por qué se tienen que hacer a costa de los derechos de las personas, de la vida animal o del medio ambiente?

Suelo aplicar ciertos criterios sencillos a la hora de hacer las compras que pueden mejorar sustancialmente nuestra relación de consumo en un mundo capitalista.

Primero, procura comprar, en la medida de lo posible, productos hechos en México por compañías mexicanas, si son compañías pequeñas, mejor, pues eso genera que el dinero se reparta de mejor modo. También procura comprar en tiendas con capital mexicano, lo mismo, si son pequeñas o medianas, mejor.

Compra verduras, frutas y legumbres en el mercado.

Elige orgánico, elige biodegradable, elige empaques grandes. Comprar a granel o en empaques grandes (por ejemplo un galón de aceite y no 20 botellitas) genera que ahorres dinero y contamines menos, pues se utiliza menos material para empacar.  Si no lo haces, por lo menos evita comprar cosas demasiado empacadas.

Yo hace muchos años que no compro detergentes que no sean biodegradables (no biológicos, no ecológicos, no ambient, todas estas son etiquetas falsas), esos productos que inundan los estantes y que dejan la ropa como nueva en cada lavada están acabando con nuestros ríos.

Los alimentos orgánicos son todo un tema por los modos de producción, pero en general hay que optar por ellos porque es seguro que no contienen transgénicos, más allá de lo que pensemos sobre éstos (yo tengo en mi lista negra las empresas que los usan), la verdad es que los productos que los contienen deberían venir etiquetados claramente y mientras la industria alimentaria no lo haga, nos están engañando.

(Guía de Greenpeace México ¿Y tú sabes lo que comes?)

Investiga y averigua si la compañía que manufactura los productos que consumes viola los derechos de sus trabajadores o ha sido acusada de explotación o de realizar prácticas poco éticas como maltratar animales para probar su mercancía (Aquí una lista de PETA sobre las marcas y sus corporaciones que sí lo hacen y aquí la de Anima Naturalis), verter desechos a ríos y lagos, sobornar legisladores para beneficiar a su empresa o apoyar a grupos e ideas contrarias a los derechos humanos.

Otro punto a favor es averiguar si la empresa tiene un código de ética, tiene algún programa de responsabilidad social y si éste financia programas o proyectos de organizaciones civiles que apuestan por cambios profundos o poblaciones muy vulneradas (como la población LGBT) o sólo dan dinero para causas asistenciales (o sea, se lavan la cara).

(Aquí, una lista documentada de las 10 corporaciones más peligrosas del mundo)

Busca alternativas. En casi todos los espacios comerciales podrás encontrar alternativas a los productos que queden fuera de tu lista blanca, es cosa de tomarte un fin de semana para repensar tus consumos.

Y finalmente cruza información. Tomar decisiones implica poner en práctica un marco ético, es decir, con base en la información que tienes pondera compañías y beneficios de comprar ciertos productos en función de ello.

Las empresas no son inocentes y los productos, todos, llegan al mercado después de largos procesos. Si el precio es tu único criterio, tal vez todos estemos pagando uno muy alto, más allá del dinero en la etiqueta. Fíjate en lo que pones en tu carrito la próxima vez. 

Recomiendo ampliamente seguir www.elpoderdelconsumidor.org

Brahim Zamora Salazar es ciudadano y trabaja como director de Comunicación, Planeación y Capacitación del Odesyr AC (Observatorio Ciudadano de Derechos Sexuales y Reproductivos AC); su tuíter es: @elinterno16