Siempre me he sentido frustrada ante el evidente espectáculo electoral al que nos vemos expuestos los ciudadanos en épocas electorales; mismo espectáculo que nos compramos completo y hace que nos apasionemos por un candidato, logrando que lo ‘amemos’ y ‘odiemos’ a su contrincante. Lamentablemente, los sentimientos a flor de piel que experimentamos los ciudadanos basándonos en el discurso de nuestros queridos políticos nada tienen que ver con la verdadera relación que tienen entre ellos. Tal como lo vimos en la fiesta del Jefe Diego, tras bambalinas, perredistas, panistas y priistas conviven como mejores amigos y brindan por nosotros con los mejores licores.  

En esta ocasión, Estados unidos está dando un espectáculo digno de un reality show, pero ¿hasta dónde llega el show y hasta dónde llegan realmente las posturas ideológicas del gran protagonista, Donald Trump o, incluso, su relación con los Clinton?

Trump nos ha vendido a todos su postura antiinmigrante y francamente racista hacia las minorías en Estados Unidos, pero ¿es realmente el león como lo pintan?

Está claro que Donald Trump puede ser lo que sea (misógino, grosero, prepotente…), pero la astucia creo que es una de sus claras cualidades y siendo tan astuto no creo que fuera a hacer o decir algo sin un motivo detrás. En pocas palabras, creo que lo que Trump dice dista mucho de lo que en realidad piensa y más bien se encasilló en el discurso que muchos de los republicanos y su target morían por escuchar, sobre todo, después de haber tenido al primer presidente afroamericano.

Hace poco leí un artículo del New York Times, publicado el 25 de julio y titulado ‘El Demográfico que está Lastimando a Hillary Clinton’, el cual menciona que 6 encuestas realizadas en el mes de julio muestran la baja popularidad que tiene la candidata demócrata en el segmento de hombres blancos sin título universitario. Como diríamos en marketing, este segmento se convierte en un nicho de mercado muy atractivo para Trump y muy fácil de manipular y ojo, no por ser nicho de mercado significa que éste sea pequeño.

Ahora bien, no es difícil deducir lo que un grupo de hombres blancos sin título universitario quieren escuchar ¿o sí? Claramente, éste es un segmento que ha quedado rezagado por la falta de preparación ante mexicanos, chinos, árabes y negros que se han superado y se han dado cabida poco a poco en la sociedad norteamericana. Además, durante 8 años los habitantes de la Casa Blanca les recordaron todos los días que ellos ya no gozan de superioridad ni tienen tantas ventajas sobre las minorías en el Estados Unidos de hoy. ¿Qué les queda? ‘The White Supremacy’ y el nacionalismo extremo acompañado de la frase ‘Make America Great Again’. Una América donde ser blanco vuelve a ser una ventaja por el simple hecho de ser blanco y donde el God Bless America se escuche en cada esquina. No más colores, no más competencia, no más Islam, no más religiones que ‘no son religiones’ según algunos de sus seguidores.

Lamentablemente, como en toda elección, éstos y los demás seguidores de Trump creen letra por letra lo que el magnate logra articular de los discursos que le prepara su staff, que me queda clarísimo, que tiene una estrategia muy astuta y que, lamentablemente, todo indica que está funcionando.