Las ciudades han crecido de manera abrupta, de manera descontrolada y sin planeación alguna, lo que antes eran las afueras ahora están repletas de fraccionamientos y colonias. La manera de movernos también se ha afectado, ya es tiempo de darnos cuenta y corregir.

Ignoro completamente las fechas o temporadas en que Puebla ha aumentado su espacio geográfico, la cantidad de personas y de kilómetros que crece anualmente, y muchos otros datos duros que podrían sustentar mi hipótesis, pero que quizá harían algo aburrido y complicado de leer este texto. Lo que no ignoro es que la capital poblana ha aumentado porque lo que antes era lejísimos ahora está muy cerca, la plaza a la que iba muy de vez en cuando en familia porque estaba muy retirada ahora es paso obligado para transportarme día a día, aquel lugar al que para llegar tenía que pasar por zonas desoladas llenas de pasto seco y terrenos abandonados, ahora está rodeado de casas y edificios.

Hace muchos años el Periférico Ecológico (que de ecológico no tiene nada) era zona de nadie, lugar deshabitado olvidado por Dios al que sólo podías acceder en automóvil. Hoy está rodeado por unidades habitacionales, fraccionamientos y escuelas en varios puntos de éste. Como fue concebido como vía rápida para rodear la ciudad y permitir llegar de un extremo a otro en pocos minutos, la peatonabilidad era nula, unos cuantos puentes peatonales enormes de cemento fueron instalados y el problema se solucionó; o eso creyeron.

Hace muchos años la Recta a Cholula era zona de nadie, lugar deshabitado olvidado por Dios al que sólo podías acceder en automóvil. Hoy está rodeado de fraccionamientos, restaurantes, tiendas y escuelas. Como fue concebida como vía rápida para llegar en cuestión de minutos de Puebla a Cholula, la peatonabilidad era nula, unos cuantos puentes peatonales con escalera fueron instalados y el problema se solucionó; o eso creyeron.

Hace muchos años la Atlixcáyotl era zona de nadie, lugar deshabitado olvidado por Dios al que sólo podías acceder en automóvil. Hoy está rodeada de fraccionamientos de lujo, edificios llenos de oficinas, tiendas y plazas comerciales. Como fue concebida como vía rápida al puro estilo de las autopistas gringas para pisar el acelerador y no detenerse sino hasta que encuentren la salida hacia su destino, la peatonabilidad era nula, unos cuantos puentes peatonales muy modernos con rampas fueron instalados y el problema se solucionó; o eso creyeron.

Los tres son vistos aún por los poblanos como vías rápidas, vaya la legislatura actual aún los considera vías rápidas, parece que se olvidan que eso de las vialidades de alta velocidad se anula cuando los servicios como escuelas, plazas comerciales, oficinas y principalmente centros habitacionales aumentan en ellas.

El problema en que todos sigamos concibiendo estas calles como vías rápidas es que creemos que es normal y que está bien que sean difíciles de transitar en otro medio de transporte que no sea un automóvil. Como ciclista ya me hice de rutas y de maneras de circular por estas vialidades, pero para ciclistas no tan experimentados -ni temerarios- son calles prohibidas, son avenidas a las que temen por las altas velocidades que alcanzan los automotores.

Como peatón ni se diga. Caminar por esas tres es prácticamente imposible, un verdadero reto que pocos se animan a enfrentar. Unos de los valientes son los chicos del colectivo peatonal A Pata, quienes hacen caminatas de evaluación en algunas zonas de la ciudad para averiguar qué tan caminables son nuestras calles. Como han de imaginarse lugares como la Recta o la Atlixcáyotl reprobaron en peatonabilidad. ¿Pero por qué, si tienen puentes peatonales? Podrían pensar. Pero lo que ignoramos es que los puentes peatonales son la peor solución para el sencillo problema de cruzar una calle. Implican 200 metros más de recorrido para el que camina, eso en caso de que pueda caminar sin problema, porque las personas en silla de ruedas se topan frente a una pared cuando se trata de subir un puente, las mujeres embarazadas, personas de edad avanzada o con problemas en la espalda se enfrentan a un reto de escalada de niveles descomunales.

Que suban el puente, huevones. Lo he escuchado tantas veces, pero quién es más flojo, el que camina y prefiere evitar una subida innecesaria o el que no puede despegar su pie del acelerador y pisar suavemente el freno. Es cuestión de enfoques. Recuerden que el que va dentro de un automóvil se mueve por la calle apuntando a todos lados con un arma cargada, un descuido podría costarle la vida a cualquier peatón, pues a diferencia del que lleva carrocería que le protege, los que caminan no se mueven con armadura por las calles.

Es momento de corregir cómo nos movemos. Usemos menos el auto, respetemos al peatón y dejemos de ver a ciertas calles como vías rápidas, recuerden que el límite de velocidad es un límite más no una marca que hay que alcanzar forzosamente. 

Mientras las autoridades no se responsabilicen por hacer nuestras ciudades espacios más humanos enfocados en la persona y no en el auto, mientras no bajen los límites de velocidad, semaforicen vialidades, quiten los puentes peatonales y los sustituyan por pasos peatonales seguros, mientras no pongan ciclovías en las zonas que así se necesite, mientras no hagan algo por hacer seguras nuestras calles, nos toca a nosotros hacerlas lo más seguras posibles, evitar accidentes está en manos de todos, pisar el acelerador podría acabar con una vida, cruzar la calle sin ver si vienen autos podría terminar con nuestra vida, no hacerse visible en la noche podría acabar con la vida de alguien.

Es tarea de todos hacer una Puebla más humana.

imagen: e-consulta.com