¿Qué tendremos que vivir como país para realizar un cambio real?, ¿qué tenemos que soportar para despertar?, ¿acaso el 68 no fue suficiente?, ¿acaso Tlatlaya no lo fue?, ¿acaso la muerte de 43 normalistas no es suficiente para que el pueblo mexicano entienda que está en nosotros el cambio?

Un país como el nuestro, donde la violencia se ha vuelto el pan nuestro de cada día, a pesar de la fuerte campaña del gobierno federal por mitigar los reflectores a este tema, es claro que el Gobierno ha perdido la batalla en la opinión pública y los ciudadanos han preferido callar, por pensar que es un caso fortuito más.

Sin embargo seamos honestos, el horno no está para bollos, de por donde se vea, es gravísimo que el Gobierno haya utilizado sus facultades para ejercer la fuerza pública contra 43 normalistas, 43 personas que tienen o tenían familia, sueños, ilusiones y que no merecían lo que les ocurrió. Pero sobre todo es muy fuerte el mensaje que el Gobierno nos mandó a todos los ciudadanos que vivimos en este país: “persona que vaya contra mis intereses o sea mi piedrita en el zapato”, terminará igual que ellos.

No es fatalista pensar que este mensaje es así, pues en un país donde el 98% de los casos quedan impunes y donde, en la mayoría donde interviene el gobierno, siempre hay chivos expiatorios, falsas pruebas, vicios, etc., es creíble pensar que el gobierno es capaz de todo con tal de seguir manteniendo el sistema como actualmente está.

Los ciudadanos debemos despertar, pues el gobierno ostenta este poder, gracias a todos los ciudadanos, y eso no les da derecho alguno a violar los Derechos Humanos de ninguna persona.

Mientras los ciudadanos no entendamos que está en nosotros el exigir, el decidir, el participar en todo lo que ocurre en nuestro país, esta triste realidad seguirá siendo parte de nuestro presente y futuro.

No concibo que hoy no levantemos la voz por 43 normalistas, no concibo que el Gobierno no sea exigido a dar una respuesta, no concibo que permitamos que pase el tiempo con el objeto de que se nos olvide, pues hoy fueron ellos, pero ¿qué nos garantiza que mañana no seremos alguno de nosotros?

Seamos solidarios, como cuando emprendimos la campaña a favor de los venezolanos que exigían cambio. No seamos “agentes de cambio” sólo cuando vemos injusticias en otros países, pues nuestra realidad pesa y pesa fuerte.